"Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a todas las gentes"

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jueves, 22 de diciembre de 2011

Espiritualidad del Catequista - Congregación para la Evangelización de los Pueblos

Lo primero que la Congregación para la Evangelización de los Pueblos nos recuerda es que la espiritualidad profunda del catequista es una necesidad, puesto que será su tarea la de iniciar y acompañar a otros en el camino de la fe. Recordamos que nadie da lo que no tiene.

"Necesidad y naturaleza de la espiritualidad del catequista. Es necesario que el catequista tenga una profunda espiritualidad, es decir, que viva en el Espíritu que le ayude a renovarse contínuamente en su identidad específica."

El catequista como todos los cristianos, está llamado a la santidad de vida. Siendo él discípulo de Cristo es enviado a anunciar el Reino, pero encarnando el mensaje que debe comunicar. Sin una vida que confirme sus palabras, la catequesis quedaría prácticamente carente de frutos sobrenaturales.

"La necesidad de una espiritualidad propia del catequista se deriva de su vocación y misión. Por eso, la espiritualidad del catequista entraña, con nueva y especial exigencia, una llamada a la santidad. La feliz expresión del Sumo Pontífice Juan Pablo II: "el verdadero misionero es el santo" puede aplicarse ciertamente al catequista. Como todo fiel, el catequista "está llamado a la santidad y a la misión", es decir, a realizar su propia vocación "con el fervor de los santos".

Como laico está llamado a ser testigo en medio del mundo, sal y fermento. Por lo tanto su labor catequética no queda limitada sólo al ambiente eclesial, sino que debe cubrir todos los aspectos de su vida: familiar, profesional, social, etc.

"La espiritualidad del catequista está ligada estrechamente a su condición de "cristiano" y de "laico", hecho partícipe, en su propia medida, del oficio profético, sacerdotal y real de Cristo. La condición propia del laico es secular, con el "deber específico, cada uno según su propia condición, de animar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico, y dar así testimonio de Cristo, especialmente en la realización de esas mismas cosas temporales y en el ejercicio de las tareas seculares".

Se ha de caracterizar por una fe viva, traducida en la participación activa dentro de su comunidad parroquial. No sólo a través de la acción apostólica, sino de una auténtica vida interior, en comunión con Cristo y con la Iglesia, aprovechando todos los medios para hacer crecer esa comunión.

"La espiritualidad del catequista está vinculada también a su vocación apostólica y, por consiguiente, se expresa en algunas actitudes determinantes que son: la apertura a la Palabra, es decir, a Dios, a la Iglesia y por consiguiente, al mundo; la autenticidad de vida; el celo misionero y el espíritu mariano." (Guia del Catequista, 6)

Seguiremos analizando y comentando más aspectos de la espiritualidad específica del catequista. No podría ser de otra manera, puesto que no basta con preocuparnos de nuestros catequizandos y de cómo hacer una buena catequesis, si nosotros mismos no somos reflejo de lo que enseñamos.
Hasta el Cielo.

 P. César Piechestein
elcuracatequista

lunes, 12 de diciembre de 2011

La importancia de la Misa Dominical - Los "Por qué" de la Catequesis

Uno  de los más grandes retos para un catequista hoy es lograr que los catequizandos (y sus familias) comprendan la importancia de la Eucaristía dominical. Creo que todos logramos más o menos que participen durante el año lectivo, pero apenas comienzan las vacaciones vemos cómo los domingos "brillan por la ausencia" nuestros catequizandos. La Carta "Dies Domini" del Beato Juan Pablo II es un excelente instrumento para la catequesis, por eso les invito a compartir algunos números de la misma.

Primer argumento que debemos usar es que el domingo es un día de descanso precisamente para poder participar de la vida parroquial, en especial de la Santa Misa y cumplir así el tercer mandamiento de la ley de Dios, que han seguro han aprendido de memoria.

"14. El día del descanso es tal ante todo porque es el día « bendecido » y « santificado » por Dios, o sea, separado de los otros días para ser, entre todos, el « día del Señor ».
18. Dado que el tercer mandamiento depende esencialmente del recuerdo de las obras salvíficas de Dios, los cristianos, percibiendo la originalidad del tiempo nuevo y definitivo inaugurado por Cristo, han asumido como festivo el primer día después del sábado, porque en él tuvo lugar la resurrección del Señor."

Pero no basta con saber que el domingo es un día reservado para Dios, sino que deben conocer también el por qué, la razón por la cual hemos de celebrar el Día del Señor:

"25. El domingo es pues el día en el cual, más que en ningún otro, el cristiano está llamado a recordar la salvación que, ofrecida en el bautismo, le hace hombre nuevo en Cristo. « Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos » (Col 2,12; cf. Rm 6,4-6).
30. Se comprende así por qué, incluso en el contexto de las dificultades de nuestro tiempo, la identidad de este día debe ser salvaguardada y sobre todo vivida profundamente."

Se puede celebrar de muchas maneras y alguno dirá que lo puede hacer en su casa. El Papa Beato nos enseña cómo es que hemos de celebrar un día tan especial:
"32. La dimensión intrínsecamente eclesial de la Eucaristía se realiza cada vez que se celebra. Pero se expresa de manera particular el día en el que toda la comunidad es convocada para conmemorar la resurrección del Señor. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña de manera significativa que « la celebración dominical del día y de la Eucaristía del Señor tiene un papel principalísimo en la vida de la Iglesia »."

Finalmente Juan Pablo II nos recuerda quienes tenemos la misión de enseñar la importancia del domingo a la comunidad cristiana y en especial a los niños:

"36. A este respecto, se ha de recordar que corresponde ante todo a los padres educar a sus hijos para la participación en la Misa dominical, ayudados por los catequistas, los cuales se han de preocupar de incluir en el proceso formativo de los muchachos que les han sido confiados la iniciación a la Misa, ilustrando el motivo profundo de la obligatoriedad del precepto. A ello contribuirá también, cuando las circunstancias lo aconsejen, la celebración de Misas para niños, según las varias modalidades previstas por las normas litúrgicas."

Estos son sólo unos poquitos números de una magnífica carta. Los invito a dedicarle un tiempo a su lectura, de seguro les ayudará mucho a valorar más profundamente una jornada consagrada al Creador y al Resucitado. Para encontrar el texto completo da un clic AQUI.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuracatequista

jueves, 8 de diciembre de 2011

Catequesis con cuentos - Conversión

En la catequesis de jóvenes y adultos hay un tema un poco difícil de afrontar. Hablar de la conversión, del propósito de enmienda y de todo lo que eso implica nos pone por delante más de una dificultad. Los cuentos sirven para los chicos y también para los grandes, así que les comparto ésta pequeña historia que seguro les podrá ayudar.

"Don Enrique quería mucho a su caballo. Diariamente le gustaba montarlo, y había designado a uno de sus trabajadores de más confianza para que lo tuviera siempre listo, y le prodigara el alimento y los cuidados necesarios para que aquel animal viviera tranquilamente.

Por aquellas cosas que uno no sabe explicar y que simplemente "pasan", el caballo de Don Enrique cayó a un pozo profundo, donde se pensaba construir una cisterna que proveyera del líquido vital al rancho de aquel buen señor...

Hicieron muchos esfuerzos para sacar al animal, pero todo parecía empeorar la situación. El caballo sufría, y a Don Enrique se le partía el corazón...

No viendo otra solución, y tratando de "aminorar el dolor" del animal, Don Enrique mandó a su trabajador que echara tierra sobre el caballo, sacrificándolo. Sin embargo, el animal, al sentir la tierra sobre su cuerpo, con grandes esfuerzos podía sacudírsela un poco, la tierra caía y éste, poco a poco, pero constantemente, trataba de salir de aquel problema.

Don Enrique se llenó de esperanza. A mayor cantidad de tierra, mayores esfuerzos, y mejores resultados. Así estuvieron hasta que, exhausto pero notablemente contento, el caballo salió, demostrando que se pueden superar las dificultades..."

Seguir a Cristo implica necesariamente un cambio de vida, dejar morir el "hombre viejo". Pero ese cambio no es fácil, ni tampoco instantáneo. Muchas veces hay recaídas y por lo tanto desánimo. De ahí que sea necesario luchar y dejarse ayudar por la gracia de Dios. Eso sí nunca "tirar la toalla", nunca renunciar ni echar la vista atrás. Cristo vino para hacer darnos vida abundante.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuracatequista