"Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a todas las gentes"

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miércoles, 23 de febrero de 2011

Grandes Catequistas - De los Comentarios de san Ambrosio, obispo, sobre los salmos. (Salmo 36, 65-66)

ABRE TU BOCA A LA PALABRA DE DIOS

En todo momento tu corazón y tu boca deben meditar la sabiduría, y tu lengua proclamar la justicia, siempre debes llevar en el corazón la ley de tu Dios. Por esto te dice la Escritura: Hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado. Hablemos, pues, del Señor Jesús, porque él es la sabiduría, él es la palabra, y Palabra de Dios.

San Ambrosio
Porque también está escrito: Abre tu boca a la palabra de Dios. Por él anhela quien repite sus palabras y las medita en su interior. Hablemos siempre de él. Si hablamos de sabiduría, él es la sabiduría; si de virtud, él es la virtud; si de justicia, él es la justicia; si de paz, él es la paz; si de la verdad, de la vida, de la redención, él es todo esto.

Está escrito: Abre tu boca a la palabra de Dios. Tú ábrela, que él habla. En este sentido dijo el salmista: Voy a escuchar lo que dice el Señor, y el mismo Hijo de Dios dice: Abre tu boca y yo la saciaré. Pero no todos pueden percibir la sabiduría en toda su perfección, como Salomón o Daniel; a todos sin embargo se les infunde, según su capacidad, el espíritu de sabiduría, con tal de que tengan fe. Si crees, posees el espíritu de sabiduría.

Por esto, medita y habla siempre las cosas de Dios, estando en casa. Por la palabra casa podemos entender la iglesia o, también, nuestro interior, de modo que hablemos en nuestro interior con nosotros mismos. Habla con prudencia, para evitar el pecado, no sea que caigas por tu mucho hablar. Habla en tu interior contigo mismo como quien juzga. Habla cuando vayas de camino, para que nunca dejes de hacerlo. Hablas por el camino si hablas en Cristo, porque Cristo es el camino. Por el camino, háblate a ti mismo, habla a Cristo. Atiende cómo tienes que hablarle: Quiero -dice- que los hombres oren en todo lugar levantando al cielo las manos purificadas, limpias de ira y de altercados. Habla, oh hombre, cuando te acuestes, no sea que te sorprenda el sueño de la muerte. Atiende cómo debes hablar al acostarte: No daré sueño a mis ojos, ni reposo a mis párpados, hasta que encuentre un lugar para el Señor, una morada para el Fuerte de Jacob. Cuando te levantes, habla también de él, y cumplirás así lo que se te manda. Fíjate cómo te despierta Cristo. Tu alma dice: Oigo a mi amado que me llama, y Cristo responde: Ábreme, amada mía. Ahora ve cómo despiertas tú a Cristo. El alma dice: ¡Muchachas de Jerusalén, os conjuro a que no vayáis a molestar, a que no despertéis al amor! El amor es Cristo.

jueves, 17 de febrero de 2011

Catequizando Adultos - El Círculo de la Verdad

Es verdad que todos necesitamos catequesis y también es verdad, por consiguiente, que no hay edad límite para recibirla. Entre mis experiencias como catequista en parroquia creo que la más emocionante ha sido la de catequizar adultos. Las razones son múltiples: mayor apertura y reflexión de los temas, más atención en lo que ha captar contenidos se refiere y sobre todo una mejor participación (el adulto sabe a lo que viene). No quiero decir con ésto que los prefiera a los niños, sólo que dan un poco menos de trabajo a la hora del encuentro. Claro que con los niños es una aventura, nunca se sabe con qué te van a salir.

Como sé que muchos de ustedes tendrán que catequizar adultos, sea para preprarlos a recibir un sacramento, sea porque hacen parte de la catequesis familiar, quisiera compartirles una dinámica que me ha ayudado mucho con los adultos. Se llama "El Círculo de la Verdad".

Objetivo
El principal objetivo de ésta actividad grupal es sentar las bases de una comunidad. A los adultos les suele gustar mucho participar, opinar y analizar, pero casi nunca hablan de sí mismos. Esto da como resultado que se genere un grupo de catequesis donde la única referencia es el catequista, pues entre ellos no se generan vínculos. Si tenemos claro que uno de los objetivos de la catequesis es integrar a los catequizandos a la comunidad parroquial, hemos de comenzar logrando que hagan experiencia comunitaria en su grupo de catequesis. Por lo tanto la meta será convertir el grupo de catequesis en una pequeña comunidad.
Cuando
Tengo por costumbre iniciar la catequesis con los siete temas del kerygma, para luego entrar de lleno a los temas catequéticos. Justo al terminar el kerygma realizamos "El Círculo de la Verdad". Suele tomar un buen tiempo, pero vale la pena por los frutos que produce.

Desarrollo
El desarrollo es bastante simple. Primero se sientan todos en un círculo, de manera que todos puedan tener contacto visual. A continuación el catequista explica de qué se trata. La dinámica consiste en que uno por uno vayan narrando su vida: infancia, juventud, alegrías, tristezas, decisiones, familia, profesión, en fin, todo lo que quieran compartir. La única condición es que todo lo que digan debe de ser verdad. Pueden callar aquello que no quieran compartir, pero jamás mentir. 

Luego de cada intervención los compañeros pueden hacer preguntas. En entrevistado decide cuáles preguntas quiere responder y cuáles no, siempre en total libertad. El catequista hace siempre de moderador y puede también hacer preguntas, da manera que ayude a profundizar el conocimiento mutuo. No se juzga, pero si se puede aconsejar.

Resultado
Es impresionante como poco a poco se van abriendo por medio de la dinámica. Quizás los primeros sean los que menos compartan, pero luego que tomen confianza irán aportando más datos. Al final de la actividad, que puede requerir tres o cuatro encuentros, el ambiente del grupo es distinto. Se siente la confianza y la amistad que se ha ido construyendo entre ellos: ahora se conocen.

Espero que ésta idea les ayude en su labor catequética y que una vez que la hayan realizado me escriban contándome cómo les fue. No dejen de enviarme también sus comentarios, sugerencias o inquietudes. Dios los bendiga siempre.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuracatequista

miércoles, 9 de febrero de 2011

Grandes Catequistas - De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo

QUE LA CRUZ SEA TU GOZO TAMBIÉN EN TIEMPO DE PERSECUCIÓN

Cualquier acción de Cristo es motivo de gloria para la Iglesia universal; pero el máximo motivo de gloria es la cruz. Así lo expresa con acierto Pablo, que tan bien sabía de ello: En cuanto a mí, líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de Cristo.

Fue ciertamente digno de admiración el hecho de que el ciego de nacimiento recobrara la vista en Siloé; pero, ¿en qué benefició esto a todos los ciegos del mundo? Fue algo grande y preternatural la resurrección de Lázaro, cuatro días después de muerto; pero este beneficio le afectó a él únicamente, pues, ¿en qué benefició a los que en todo el mundo estaban muertos por el pecado? Fue cosa admirable el que cinco panes, como una fuente inextinguible, bastaran para alimentar a cinco mil hombres; pero, ¿en qué benefició a los que en todo el mundo se hallaban atormentados por el hambre de la ignorancia? Fue maravilloso el hecho de que fuera liberada aquella mujer a la que Satanás tenía ligada por la enfermedad desde hacía dieciocho años; pero, ¿de qué nos sirvió a nosotros, que estábamos ligados con las cadenas de nuestros pecados?

En cambio, el triunfo de la cruz iluminó a todos los que padecían la ceguera del pecado, nos liberó a todos de las ataduras del pecado, redimió a todos los hombres.

Por consiguiente, no hemos de avergonzarnos de la cruz del Salvador, sino más bien gloriarnos de ella. Porque el mensaje de la cruz es escándalo para los judíos, necedad para los griegos, mas para nosotros es salvación. Para los que están en vías de perdición es necedad, mas para nosotros, que estamos en vías de salvación, es fuerza de Dios. Porque el que moría por nosotros no era un hombre cualquiera, sino el Hijo de Dios, Dios hecho hombre. En otro tiempo, aquel cordero sacrificado por orden de Moisés alejaba al exterminador; con mucha más razón el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo nos librará del pecado. Si la sangre de una oveja irracional fue signo de salvación, ¿cuánto más salvadora no será la sangre del Unigénito?

Él no perdió la vida coaccionado ni fue muerto a la fuerza, sino voluntariamente. Oye lo que dice: Soy libre para dar mi vida y libre para volverla a tomar. Fue, pues, a la pasión por su libre determinación, contento con la gran obra que iba a realizar, consciente del triunfo que iba a obtener, gozoso por la salvación de los hombres; al no rechazar la cruz, daba la salvación al mundo. El que sufría no era un hombre vil, sino el Dios humanado, que luchaba por el premio de su obediencia.

Por lo tanto, que la cruz sea tu gozo no sólo en tiempo de paz; también en tiempo de persecución has de tener la misma confianza, de lo contrario, serías amigo de Jesús en tiempo de paz y enemigo suyo en tiempo de guerra. Ahora recibes el perdón de tus pecados y las gracias que te otorga la munificencia de tu rey; cuando sobrevenga la lucha, pelea denodadamente por tu rey.

Jesús, que en nada había pecado, fue crucificado por ti; y tú, ¿no te crucificarás por él, que fue clavado en la cruz por amor a ti? No eres tú quien le haces un favor a él, ya que tú has recibido primero; lo que haces es devolverle el favor, saldando la deuda que tienes con aquel que por ti fue crucificado en el Gólgota.

jueves, 3 de febrero de 2011

Catequesis con Cuentos - Las virtudes teologales

Les comparto este cuentito que nos puede ayudar como instrumento en la catequesis. No es tan fácil hacerles comprender a los catequizandos el valor de las virtudes teologales y como éstas van sosteniendo nuestro peregrinar en el mundo. Perderlas sería empobrecernos terriblemente, pero conservarlas sin tenerlas en cuenta, sin hacerlas crecer llevándolas a actos concretos, es también un desperdicio. Creo que la historia nos da todas las pautas para ver como esta riqueza que recibimos en el bautismo se hace patente en las circunstancias más cotidianas.

TRES PIEDRAS PRECIOSAS
Cuentan los cuentos que, el primer árabe que se aventuró a cruzar el desierto, se encontró junto a una cueva con un anciano de aspecto venerable quien le preguntó:
- Joven, ¿A dónde vas?
- Quiero cruzar el desierto, hombre de Dios...

El anciano quedó pensativo un momento, y luego añadió:
- Deseas algo difícil. Para cruzar el desierto te harán falta tres cosas: Toma estas piedras. Este topacio es la fe, amarillo como las arenas del desierto; esta esmeralda es la esperanza, verde como las hojas de las palmeras; y este rubí, es la caridad, rojo como el sol de poniente. Anda siempre hacia el sur y encontrarás el Oasis de Náscara, donde vivirás feliz. Pero no lo olvides: Por nada pierdas ninguna de las piedras, de lo contrario, no llegarás a tu destino.

El joven se puso en camino, y recorrió primero ágilmente y conforme fue pasando el tiempo más penosamente kilómetro tras kilómetro a través de las dunas amarillentas del desierto, montado sobre su camello.

Un día le asaltó una duda:
- ¿No me habrá engañado el anciano? ¿Y si no existiera el Oasis que me prometió, y el desierto no tuviera realmente fin?

Ya iba a volverse, cuando notó que "algo" se le había caído sobre la arena... Era el topacio. El joven se bajó para cogerlo y pensó:
- No, no. Tengo que confiar en la promesa del anciano. Seguiré mi Camino.

Pasaron muchos días. El sol, el viento, el frío de la noche, y la falta de víveres le iban agotando. Sus fuerzas desfallecían y ni una palmera ni una fuente se veían por el horizonte sin fin... Ya iba a dejarse caer del camello para aguardar la muerte bajo su sombra, cuando notó que se le caía algo al suelo... Era la esmeralda. El joven se bajo a recogerla y se dijo:
- Tengo que ser fuerte... tal vez, un poco más allá, estará el Oasis. Si no sigo, moriré sin remedio. Mientras tenga un soplo de vida continuaré mi viaje.

Siguió el joven su camino, cuando encontró un pequeño charco de agua junto a una palmera. Ya iba a lanzarse sobre aquel diminuto "oasis" cuando vio los ojos de su camello suplicantes y tiernos, como los de un hombre pordiosero, solicitando el agua. Pensó, entonces, que debería tener piedad de su animal desfallecido... él aún podía resistir un poco más, y el camello lo había llevado hasta allí... entonces, dejó que la bestia bebiera aquellos pocos sorbos.

¡Cuál no sería su asombro cuando el camello cayó muerto a sus pies! El agua estaba corrompida, y su animal se envenenó... En el suelo, notó el joven que brillaba el rubí, que se le había caído, y lo recogió, dando gracias al Cielo por haber recompensado su generosidad, y evitado su muerte.

Sintió ánimos renovados, y después de un corto trayecto, alzó la mirada y vio a lo lejos unas palmeras: ¡Era el oasis de Náscara! Al llegar, encontró junto a una limpia fuente, a un anciano que le sonrió alegremente y le dijo:
- Has llegado a tu destino puesto que has conservado las tres piedras preciosas: La fe, la esperanza y la caridad. ¡Ay de ti si hubieras perdido alguna!, ¡hubieras perecido sin remedio!
El anciano, después de ofrecerle agua fresca y dátiles, se despidió de aquel joven diciéndole:

- Guarda siempre, a lo largo de tu vida, muy cerca de tu corazón, el topacio, la esmeralda y el rubí. Sólo así llegarás a cualquiera que sean tus metas... ¡Nunca los pierdas!

P. César Piechestein
elcuracatequista