Lo primero que la Congregación para la Evangelización de los Pueblos nos recuerda es que la espiritualidad profunda del catequista es una necesidad, puesto que será su tarea la de iniciar y acompañar a otros en el camino de la fe. Recordamos que nadie da lo que no tiene.
"Necesidad y naturaleza de la espiritualidad del catequista. Es necesario que el catequista tenga una profunda espiritualidad, es decir, que viva en el Espíritu que le ayude a renovarse contínuamente en su identidad específica."
El catequista como todos los cristianos, está llamado a la santidad de vida. Siendo él discípulo de Cristo es enviado a anunciar el Reino, pero encarnando el mensaje que debe comunicar. Sin una vida que confirme sus palabras, la catequesis quedaría prácticamente carente de frutos sobrenaturales.
"La necesidad de una espiritualidad propia del catequista se deriva de su vocación y misión. Por eso, la espiritualidad del catequista entraña, con nueva y especial exigencia, una llamada a la santidad. La feliz expresión del Sumo Pontífice Juan Pablo II: "el verdadero misionero es el santo" puede aplicarse ciertamente al catequista. Como todo fiel, el catequista "está llamado a la santidad y a la misión", es decir, a realizar su propia vocación "con el fervor de los santos".
"Necesidad y naturaleza de la espiritualidad del catequista. Es necesario que el catequista tenga una profunda espiritualidad, es decir, que viva en el Espíritu que le ayude a renovarse contínuamente en su identidad específica."
El catequista como todos los cristianos, está llamado a la santidad de vida. Siendo él discípulo de Cristo es enviado a anunciar el Reino, pero encarnando el mensaje que debe comunicar. Sin una vida que confirme sus palabras, la catequesis quedaría prácticamente carente de frutos sobrenaturales.
"La necesidad de una espiritualidad propia del catequista se deriva de su vocación y misión. Por eso, la espiritualidad del catequista entraña, con nueva y especial exigencia, una llamada a la santidad. La feliz expresión del Sumo Pontífice Juan Pablo II: "el verdadero misionero es el santo" puede aplicarse ciertamente al catequista. Como todo fiel, el catequista "está llamado a la santidad y a la misión", es decir, a realizar su propia vocación "con el fervor de los santos".
Como laico está llamado a ser testigo en medio del mundo, sal y fermento. Por lo tanto su labor catequética no queda limitada sólo al ambiente eclesial, sino que debe cubrir todos los aspectos de su vida: familiar, profesional, social, etc.
"La espiritualidad del catequista está ligada estrechamente a su condición de "cristiano" y de "laico", hecho partícipe, en su propia medida, del oficio profético, sacerdotal y real de Cristo. La condición propia del laico es secular, con el "deber específico, cada uno según su propia condición, de animar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico, y dar así testimonio de Cristo, especialmente en la realización de esas mismas cosas temporales y en el ejercicio de las tareas seculares".
Se ha de caracterizar por una fe viva, traducida en la participación activa dentro de su comunidad parroquial. No sólo a través de la acción apostólica, sino de una auténtica vida interior, en comunión con Cristo y con la Iglesia, aprovechando todos los medios para hacer crecer esa comunión.
"La espiritualidad del catequista está vinculada también a su vocación apostólica y, por consiguiente, se expresa en algunas actitudes determinantes que son: la apertura a la Palabra, es decir, a Dios, a la Iglesia y por consiguiente, al mundo; la autenticidad de vida; el celo misionero y el espíritu mariano." (Guia del Catequista, 6)
Seguiremos analizando y comentando más aspectos de la espiritualidad específica del catequista. No podría ser de otra manera, puesto que no basta con preocuparnos de nuestros catequizandos y de cómo hacer una buena catequesis, si nosotros mismos no somos reflejo de lo que enseñamos.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuracatequista
Seguiremos analizando y comentando más aspectos de la espiritualidad específica del catequista. No podría ser de otra manera, puesto que no basta con preocuparnos de nuestros catequizandos y de cómo hacer una buena catequesis, si nosotros mismos no somos reflejo de lo que enseñamos.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuracatequista
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