Hace unos días, mientras almorzaba con algunos hermanos sacerdotes, aproveché para contar las últimas fechorías de mis catequizandos. Uno de ellos se sorprendió por el hecho de que un sacerdote se dedicara a catequizar niños y se sorprendió aún más cuando le dije que también el párroco a con el que colaboro se da tiempo para catequizar. El punto es que no hay nada de que sorprenderse, porque así como el padre de familia es el primer catequista de sus hijos, el sacerdote párroco es el primer catequista de la parroquia. Es cierto que necesitamos de la ayuda de los laicos, porque la catequesis es una tarea vastísima, pero eso no significa que tenemos que dedicarnos sólo a la organización y dirección de la misma. Privarse de la oportunidad de catequizar a los más pequeños, es privarse de una de las tareas más características de la paternidad espiritual. En todo caso esto era sólo la introducción.
Hoy quisiera compartirles unas ideas que me han venido a la cabeza, con respecto a nuestros niños del catecismo. Creo que aún muchos se han quedado con la teoría de que los niños “no entienden”, o al menos, no tienen toda la capacidad que puede tener un adulto para entender. Creo que hemos crecido convencidos de ello, pero yo no lo estoy tanto.
Es cierto que un niño tendrá menos criterios y experiencias que un adulto, pero debe tener la misma capacidad para razonar y la misma conciencia para distinguir el bien del mal, ya que esa es una luz universal. Su inocencia le da probablemente una confianza más grande que la de un adulto, y creerá a pie juntillas lo que le digan las personas que reconoce como autoridad. Ahí es donde está el peligro.
Somos conscientes que los niños de hoy están tan expuestos a la avalancha de información que nos llega por todos lados. Son especialmente la televisión y la internet los cauces por los que pueden recibir a diario mensajes de todo tipo. Para muchos de ellos, la tv y la red, tienen la autoridad que para nosotros tienen los libros. Así que están recibiendo constantemente enseñanzas que muchas veces no son las idóneas.
Y mientras tanto, nosotros a quienes nuestros pequeños reconocen también la autoridad, nos limitamos convencidos de que ellos no son capaces de comprender. Si que los son y están aprendiendo mucho, pero lamentablemente no de nosotros.
Creo que es necesario que nos dediquemos más a comunicar de manera clara el mensaje cristiano, que a llenarnos de técnicas y métodos, que muchas veces nos roban el tiempo y nos diluyen la doctrina. Educar en la fe es enseñar el credo, la moral cristiana, la vida de piedad, pero sobre todo a amar a Jesús. Y así como Él, hemos de esforzarnos por hacer asequibles a todos, pequeños y grandes, las verdades eternas. Sin detenernos a pensar que no son capaces de entender, porque lo son.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuracatequista
No hay comentarios:
Publicar un comentario