Desde hace dos años, en
Ecuador, se despenalizó el consumo de drogas. La explicación que nos dieron fue
que no se debía castigar a una persona que había desarrollado una adicción,
sino que más bien era necesario extenderle la mano. Aunque el argumento es
válido, los resultados han sido desastrosos. Nuestros niños y adolescentes que
ya hace rato viven en un ambiente permisivo, interpretaron esa ley como una luz
verde al consumo de todo tipo de drogas, que los narcotraficantes hábilmente
logran poner a su alcance a muy bajos costos. En suma, nos encontramos frente a
la masificación del consumo de estupefacientes.
Esa situación que ha
invadido los centros de educación, los barrios y los hogares, no ha dejado
libre tampoco el ambiente parroquial. Ya hemos tenido que lidiar con el flagelo
y tenemos más preguntas que respuestas. Sin embargo hoy quisiera proponerles
una idea que podría servirnos de ayuda: amarse o autodestruirse.
También en mi
adolescencia tuve la oportunidad de usar drogas y no lo hice, busqué el porqué
y recordé la razón. Mis padres y la comunidad cristiana que me formó, me
enseñaron a amarme a mí mismo. Entendí que si Dios me ama es porque soy digno
de ser amado y por lo tanto aprendí a amarme. Además sólo amándome a mí mismo
es que puedo saber cómo debo de amar a mi prójimo. Quien no se ama es capaz de
hacerse daño, de autodestruirse.
El tema de la
autodestrucción en los adolescentes lo venimos viendo desde hace algunos años.
Nos sorprendieron los chicos “emo” cuando supimos que se cortaban o herían para
expresar sus frustraciones. Ahora han tomado el camino de la droga, pero el
fundamento es el mismo: no se aman.
Hoy, como siempre, es
urgente que todo ser humano descubra y entienda que es amado infinitamente por
Dios, por ese Cristo que no dudó en sacrificar su vida para darle la Vida
eterna, la felicidad plena. Amemos a nuestros niños y jóvenes, para que
aprendan ellos a amarse a sí mismos y sabrán rechazar las drogas y cualquier
cosa que le cause daño a su cuerpo o a su alma. Empecemos hoy, porque los “hijos
de las tinieblas” nos están ganando las almas.
Hasta el Cielo
P. César Piechestein
elcuracatequista