"Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a todas las gentes"

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martes, 24 de mayo de 2011

Grandes Catequistas - De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios

MUCHOS SON LOS SENDEROS, PERO UNO SOLO ES EL CAMINO

Éste es, amados hermanos, el camino por el que llegamos a la salvación, Jesucristo, el sumo sacerdote de nuestras oblaciones, sostén y ayuda de nuestra debilidad.

Por él, podemos elevar nuestra mirada hasta lo alto de los cielos; por él, vemos como en un espejo el rostro inmaculado y excelso de Dios; por él, se abrieron los ojos de nuestro corazón; por él, nuestra mente, insensata y entenebrecida, se abre al resplandor de la luz; por él, quiso el Señor que gustásemos el conocimiento inmortal, ya que él es el resplandor de su gloria y ha llegado a ser tanto mayor que los ángeles, cuanto es más augusto que el de ellos el nombre que ha recibido en herencia.

Militemos, pues, hermanos, con todas nuestras fuerzas, bajo sus órdenes irreprochables.

Fijémonos en los soldados que prestan servicio bajo las órdenes de nuestros gobernantes: su disciplina, su obediencia, su sometimiento en cumplir las órdenes que reciben. No todos son generales ni comandantes ni centuriones ni oficiales ni todos tienen alguna graduación; sin embargo, cada cual, en el sitio que le corresponde, cumple lo que le manda el rey o cualquiera de sus jefes. Ni los grandes podrían hacer nada sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes; la efectividad depende precisamente de la conjunción de todos.

Tomemos como ejemplo a nuestro cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada, como tampoco los pies sin la cabeza; los miembros más ínfimos de nuestro cuerpo son necesarios y útiles a la totalidad del cuerpo; más aún, todos ellos se coordinan entre sí para el bien de todo el cuerpo. Procuremos, pues, conservar la integridad de este cuerpo que formamos en Cristo Jesús, y que cada uno se ponga al servicio de su prójimo según la gracia que le ha sido asignada por donación de Dios.

El fuerte sea protector del débil, el débil respete al fuerte; el rico dé al pobre, el pobre dé gracias a Dios por haberle deparado quien remedie su necesidad. El sabio manifieste su sabiduría no con palabras, sino con buenas obras; el humilde no dé testimonio de sí mismo, sino deje que sean los demás quienes lo hagan. El que es casto en su cuerpo no se gloríe de ello, sabiendo que es otro quien le otorga el don de la continencia.

Consideremos, pues, hermanos, de qué materia fuimos hechos, cuáles éramos al entrar en este mundo; de qué sepulcro y tinieblas nos sacó nuestro Creador, para introducirnos en su mundo, donde ya de antemano, antes de nuestra existencia, nos tenía preparados sus dones.

Por esto debemos dar gracias a aquel de quien nos vienen todos estos bienes, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

viernes, 13 de mayo de 2011

La catequesis es el catequista - Aprendiendo de Don Manuel

Hace unos dias un gran amigo me preguntaba el porqué de este blog. Mi respuesta fue que la razón era mi amor a la catequesis y el deseo de que ésta sea cada día mejor valorada por todos. A continuación me hizo una segunda pregunta, consecuencia de mi primera respuesta: ¿Qué es lo más importante en la catequesis? La respuesta es tan simple como contundente: Lo más importante en la catequesis es el catequista. Y que conste que no lo digo sólo yo, lo afirma un gran entendido como Don Manuel González. El asegura que el principio fundamental de la pastoral catequética es el siguiente:

“La catequesis es el catequista.”

“Si se ha dicho que la escuela es el maestro y que será mejor escuela aquella que tenga no el mejor local, ni el más rico material pedagógico, sino el mejor maestro, por la misma razón puede afirmarse que una catequesis es su catequista.” (Dichos, hechos y lecciones; Beato Manuel González)

Y así como lo afirma el Beato Manuel es que lo creo yo y no sólo por ciencia, sino por experiencia. Creo que ustedes mismos, mis queridos lectores, que serán seguramente la mayoría catequistas, lo pueden afirmar conmigo. La catequesis no se fundamenta en el aula, o en los medios audiovisuales, o en el material pedagógico. No se basa en el párroco (aunque su influencia sea trascendental), ni en los padres de familia (que son los primeros catequistas). La catequesis, en resumidas cuentas, se basa en quien la enseña, sea laico o consagrado, padre de familia o párroco, joven o anciano.

“Dadme un catequista con vocación, ya sea por deber, ya por caridad, con la preparación intelectual adecuada, que trate primero con el Corazón de Jesús en el Sagrario lo que va a tratar después con los niños y que, sobre todo ame a éstos con el amor que se saca del Sagrario.”

He aquí las condiciones imprescindibles para que sea un catequista auténtico. Primero la vocación, porque es Dios quién nos llama y nos envía a ser catequistas. Segundo que su ministerio lo ejerza desde y hacia el Sagrario, pues es por amor a Dios que se catequiza. Y luego que sea ese amor el que le lleve a amar a los catequizandos.

“Ese catequista que os he descrito, ya sabrá arreglárselas para que los ademanes de su cara y las figuras y contorsiones de su cuerpo, sustituyan con ventaja a los cuadros murales o de proyecciones y valorará y aun suplirá con creces con su sonrisa y su palabra caldeada por el cariño, la bagatela o fruslería de que en su pobreza disponga para premio.”

Y es así como el mismo catequista se convierte en catequesis. Su vida, su oración, su alegría, todo su ser educan en la fe. Y todo le sirve como instrumento para compartir la doctrina cristiana. Puede tener todos los medios o carecer de todos, da igual , porque el mismo es la catequesis. Es como un catecismo con pies.

“Dadme cristianos llenos y rebosantes del conocimiento, de la imitación y del amor de Jesucristo y yo os daré muchedumbres de verdad cristianas.”

Bendita la parroquia que cuenta con catequistas así. Fecunda será en vida sacramental y en santidad la comunidad cristiana que es servida por catequistas de Sagrario. Mucho fruto de santidad de vida y seguramente de vocaciones tendrá esa comunidad, porque todo fluye a partir de la catequesis.

Para acompañar a los catequistas y para animar a los que todavía no lo son es que ha sido creado este blog. Los abrazo desde Roma y oro por su misión catequética.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuracatequista

sábado, 7 de mayo de 2011

Catequesis con cuentos - La Avaricia

En una buena ocasión, una mujer acudió con el sacerdote de su parroquia a solicitarle un favor: "Padre - le dijo - , soy una persona "avara", quisiera quitarme este vicio..."

El sacerdote pensó un momento, y después le dijo a aquella mujer: "Acompáñeme a la sacristía".

La mujer lo siguió. Una vez allí, el padre la colocó delante de una ventana, y le preguntó: "¿Qué es lo que ve usted?" La mujer respondió: "Veo a la gente..." - "¡Muy bien!" Contestó el padre, quien la colocó entonces delante de un espejo y le volvió a preguntar: "Y ahora, ¿qué es lo que ve usted?" La mujer le dijo: "Me veo a mí misma". "¡Eso! - continuó el sacerdote - Eso es lo que se ve cuando uno tiene ante sí un poco de plata (la única diferencia que hay entre un vidrio y un espejo: un poco de plata). 

Quiere usted combatir la Avaricia, comience a apartarse de la plata, así podrá verse no sólo a sí misma, sino a todos los demás, y velar por sus intereses también..."

Cuando Jesús le dijo al joven rico que lo dejara todo y lo siguiera en lugar de mirar por la ventan y descubrir todo lo que significa ser discípulo del Señor, se quedó pensando sólo en sus bienes. No se trata del dinero, sino de la incapacidad de pensar en los demás, del egoísmo. Se puede ser avaro y pobre al mismo tiempo, así como rico y generoso. El problema no son los bienes materiales, sino que la "plata" no nos deje ver a los demás.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuracatequista

viernes, 6 de mayo de 2011

Grandes Catequistas - De las Disertaciones de san Teodoro Estudita

 LA PRECIOSA Y VIVIFICANTE CRUZ DE CRISTO

¡Oh don valiosísimo de la cruz! ¡Cuán grande es su magnificencia! la cruz no encierra en sí mezcla de bien y de mal, como el árbol del Edén, sino que toda ella es hermosa y agradable, tanto para la vista como para el gusto. Se trata, en efecto, del leño que engendra la vida, no la muerte; que da luz, no tinieblas; que introduce en el Edén, no que hace salir de él. La cruz es el madero al cual subió Cristo, como un rey a su carro de combate, para, desde él, vencer al demonio, que detentaba el poder de la muerte, y liberar al género humano de la esclavitud del tirano.

Es el madero en el cual el Señor, como esforzado guerrero, heridos en la batalla sus pies, sus manos y su divino costado, curó las llagas de nuestras malas acciones, es decir, nuestra naturaleza herida de muerte por el dragón infernal.

Primero hallamos la muerte en un árbol, ahora en otro árbol hemos recuperado la vida; los que habíamos sido antes engañados en un árbol hemos rechazado a la astuta serpiente en otro árbol. Nueva y extraña mudanza, ciertamente. A cambio de la muerte se nos da la vida, a cambio de la corrupción se nos da la incorrupción, a cambio del deshonor se nos da la gloria.

No sin motivo exclamaba el santo Apóstol: En cuanto a mí, líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo; por él el mundo está crucificado para mi y yo para el mundo. Pues aquella suprema sabiduría que nace de la cruz ha desmentido la jactancia de la sabiduría del mundo y la arrogancia de lo que no es más que necedad. Los bienes de toda clase que dimanan de la cruz han destruido todo germen de malicia.

Ya desde el principio del mundo, todas aquellas cosas que no eran sino figuras y anuncios anticipados de este leño fueron signo e indicio de algo mucho más admirable que ellas mismas. Mira, si no, tú que deseas saberlo. ¿Por ventura no escapó Noé del desastre del diluvio, por decisión divina, él, su esposa, sus hijos y las esposas de éstos, y los animales de cada especie, en un frágil madero?

¿Qué significaba también la vara de Moisés? ¿No era acaso una figura de la cruz? Cuando convirtió el agua en sangre, cuando devoró a las falsas serpientes de los magos, cuando con su golpe y virtud dividió las aguas del mar, cuando de nuevo las volvió a su curso, sumergiendo en ellas al enemigo y preservando al pueblo elegido.

Semejante poder tuvo la vara de Aarón, figura también de la cruz, que floreció en un solo día, demostrando así quién era el legítimo sacerdote.También Abraham anunció la cruz de antemano cuando puso a su hijo atado sobre el montón de maderos.

Por la cruz fue destruida la muerte, y Adán fue restituido a la vida. En la cruz se gloriaron todos los apóstoles, por ella fueron coronados todos los mártires, santificados todos los santos. Por la cruz nos revestimos de Cristo y nos despojamos del hombre viejo. Por la cruz nosotros, ovejas de Cristo, hemos sido reunidos en un solo redil y destinados al aprisco celestial.