El sábado pasado recibí a mi grupo de catequesis de este año. Son diez niños de entre 9 y 10 años de edad que debo prepara para recibir la Eucaristía. Como acá en Italia la catequesis va a la par de la escuela tengo tres niñas que hicieron ya su primera comunión el año pasado, pero que participan también éste año de la catequesis. Así que será interesante hacer la experiencia de contar con tres miembros del grupo que darán el ejemplo a sus condiscípulos.
Mi grupo de catecismo, período 2011-2012 |
En todo caso pienso que es importante compartir algún dato con respecto a como manejarse frente a un grupo de catequesis, sobre todo cuando se trata de construir una pequeña comunidad de fe. Creo que los principios son aplicables a grupos de cualquier edad, basta que existe, de parte de quien dirige, el deseo sincero de desarrollar un ambiente favorable al aprendizaje, que en nuestro caso tendrá un efecto importante en la experiencia eclesial que nuestros catequizandos tendrán. Los criterios son los siguientes:
1.-Fomentar el mutuo conocimiento entre los miembros del grupo.
Es un proceso lento, que aunque puede ser ayudado por dinámicas y diálogo, tiene necesidad de tiempo pues los vínculos afectivos no son cosa instantánea. Será tarea del catequista procurar que los catequizandos se integren e interactúen, de manera que logren apreciar lo que hay en el otro. Este aprendizaje va más allá de ser una técnica pedagógica o de socialización, el objetivo es que comprendan que el otro no es simplemente alguien que comparte contigo un espacio sino tu prójimo al que debes aprender a amar.
2.- Afrontar sabiamente las tensiones negativas.
Desde que entró en la historia el pecado original la naturaleza humana es frágil y el pecado es parte de la vida cotidiana. Hasta entre los mejores amigos se producen momentos de tensión, que si no se aprende a superarlos pueden tirar abajo hasta la mejor relación. De ahí que sea imprescindible que el catequista procure subsanar los pleitos o conflictos que se sucedan dentro del grupo. Ayudará a promover el diálogo y la reconciliación, teniendo en cuenta que la mayoría de las dificultades se dan por malos entendidos fácilmente superable a través de una buena comunicación y buena voluntad.
3.- Valorar el trabajo en común.
Siempre que el tiempo lo permita y sobre todo si el grupo es numeroso, habrá que hacer uso del trabajo grupal. Talleres, mesas redondas, círculos de reflexión, sociodramas, etc, todas formas de promover el trabajo en grupo. Será esa interacción la que nos ayudará a conocer un poco más a cada uno de los participantes, conocimiento esencial si queremos ser como el Buen Pastor que conoce a sus ovejas y las llama por su nombre.
4.- Respetar el proceso individual.
Aunque todos sean parte del mismo grupo y reciban la misma formación, cada uno es cada uno y tiene su propia forma de asimilación. No podemos pretender que el grupo avance todo al mismo ritmo, no podemos forzar a quien requiere más tiempo ni detener a quien va en carrera. Es uno de los desafíos más grandes pero es el que permite respetar la personalidad de cada quien.
5.- Aceptar que todos somos trigo y cizaña.
Una tentación que nos viene casi siempre es la de catalogar a nuestros catequizandos, subrayando a aquellos que nos dan dolor de cabeza. No podemos caer en la trampa de poner “etiqueta”, sino más bien recordar que todos tenemos algo de trigo y algo de cizaña. Seguramente aún el miembro más problemático o difícil tiene una riqueza que compartir, algo importante que aportar al grupo. Si el catequista no es capaz de ver eso, tampoco lo verán sus condiscípulos y quedará relegado. Cada alma es valiosa y nos ha sido confiada para que la eduquemos en la fe.
Bueno me ha dado alegría compartir con ustedes éstas ideas. Espero que atesoren cada encuentro de catequesis. Yo desde acá los encomiendo.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuracatequista
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